El alma inquieta de un hombre pájaro



Birdman” es el quinto largometraje de Alejandro González Iñarritu y el segundo tras dividirse de su co-escritor Guillermo Arriaga. Los créditos en el guión destacan a Nicolás Giacobone y a Armando Bo (nietos del director favorito de la Coca Sarli). La película se apresta a entrar como un gladiador a la próxima noche de los Oscars.









Birdman trata sobre un actor maduro que, habiendo ascendido en el rol de un superhéroe fílmico, ahora intenta preservar la dignidad profesional como su tesoro, tras haber pisado el suelo de la gran Babel del cine y rechazado el trato fáustico que le fuera dispensado. Decide dirigir en Broadway una adaptación de un relato de Raymond Carver, y esa es la energía que consume la mayor parte de la acción de los personajes de la película, en la que actúan Michael Keaton, Edward Norton, Naomi Watts, Emma Stone y otros.

Van unos apuntes a mano alzada sobre algunos ingredientes cuyo sabor persiste y que son de diversos órdenes, pero igual los enumeramos:

a)      Una cámara absolutamente dinámica, incluso ansiosa, que por momentos parece seguir y por momentos empujar la acción de los personajes, nos lleva puestos desde el principio. Tómese esa cámara en mano como referencial de todo lo que tenga que ver con la narración de Birdman.

b)      Una banda sonora en la que rige el pulso una sesión de batería que aparece y reaparece, y a cuyo ejecutante (Antonio Sánchez ) vemos en la película en un par de secuencias: un baterista que puede ser callejero o de teatro, al que uno de los personajes arroja al pasar una moneda. La percusión marca los tempos, las puntuaciones, los climas del relato. A veces entran detalles instrumentales, acordes, fragmentos melódicos.

c)       La segunda naturaleza del film es el teatro, en constante comunicación con el cine, dos mundos que rigen a los actores cuando ponen en juego sus identidades. Las veladas de preestreno de una obra basada en el cuento ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?  de Raymond Carver, que dirige el protagonista de la película, Riggan Thompson (Michael Keaton).

d)      Hay que ver como una de las claves narrativas esa serie de funciones previas al estreno, que en el sistema americano permite al público, a mitad de precio, asistir a una producción in progress. La potencia narrativa de esos fragmentos de ensayos con espectadores radica en la repetición, sumada a la libertad para ir introduciendo modificaciones incluso radicales a la puesta y a los diálogos, para acudir a la improvisación, y también para darle entrada al absurdo real, o a un grado de verdad inesperada.

e)      Un subtema de la trama, especie de parásito refulgente: el personaje de la crítica, Thabita Dickinson, que acecha en el bar siempre nocturno junto al teatro, con sus apuntes perpetuos, preparándose a destrozar la mediocridad del mundo escénico que pisotea las tablas de un teatro donde brillaron grandes actores y actrices americanas del drama y la comedia. Nota inolvidable al pie.

f)       El núcleo teatral de la historia tiene también el encanto de los textos. Los textos de Carver resuenan por momento en el “exterior” de la acción de esas personas  de ficción que juegan unos personajes en la escena. Ese tránsito se da en ambos sentidos: la acción teatral como proyección de las pasiones de actores y actrices.

g)      Motivan también a los personajes las taras asociadas a aquel circuito teatral con pretensiones, los problemas del cartel, el ansia de éxito y el pavor del fracaso, la competencia feroz en escena, o la búsqueda de sobresalir.

h)      En las zonas “exteriores” del argumento, respecto a la situación teatral, Birdman despliega una fauna de personajes cuyas acciones y diálogos determinan temas existenciales, la búsqueda desesperada de la autoafirmación, la necesidad de ser aceptados y queridos/as, la dependencia del alcohol y de las drogas en la constitución de ese transcurrir de criaturas tan seguras de sí como frágiles, con las que podemos empatizar.

i)        Justo en el lugar de transición del juego escénico a la “vida real”, hay un desdoblamiento que toma forma psicoanalítica: el superhéroe que convirtió a nuestro actor principal en una celebridad de la pantalla (una celebridad con una máscara de pájaro delante, ocultando al actor) regresa como una voz de la conciencia, a tratar de convencerlo de que su vida de éxito aún espera allí, por él, para sacarlo del pozo de dignidad insensata en que ha caído, arrastrándose en lugar de volar como los hombres pájaros, hacia la vida luminosa. El actor canturrea, queriendo acallar aquella voz recurrente.

j)        Un creciente clima ominoso, por los enfrentamientos violentos, la sinceridad desgarradora, los signos de desastre que sobrevuelan los empeños de todo el mundo, marca a fuego la consecución de la historia. Se alimenta la amenaza de un final trágico, el ala negra del desborde de esas personalidades puestas  en cierto modo al límite (al menos al límite de la película, en tanto experimento narrativo), atrapados entre lo real y todo lo demás que constituye su réplica.

k)      Hay una proeza en esta producción que regresa a un gran director a su lugar. Tras la ruptura con el guionista Guillermo Arriaga, y tras una película impresionante, pero no tanto memorable, como Biutiful, Iñárritu se alía con dos argentinos –lo que por supuesto halaga el orgullo nacional- para dar vida a esta obra personal, que se impone por la prepotencia con que está narrada, por sus actuaciones notables, por su mirada crítica sobre los mundos encontrados de la industria y del drama, por su capacidad de disfrute que el espectador capta de inmediato, por sus vericuetos narrativos, por sus personajes extremos, por la belleza de sus imágenes, merece un lugar en el corazoncito cinéfilo.

Por Gabriel Ábalos

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